Vivimos una era digital que nos condiciona nuestro ritmo de vida. Los cambios sustanciales se producen a golpe de clic, y pocas veces prestamos atención plena a lo que estamos haciendo. La tendencia más habitual es “no desconectar”. Este estilo de vida requiere de la capacidad para enfrentarse a la incertidumbre y al cambio desde un aprendizaje continuo y de una habilidad para la gestión emocional. Ante esta situación, es importante tener una mente ordenada, calmada y flexible. Una de las técnicas más eficaces para lograrlo es mindfulness y compasión, impulsadas en los últimos años por la neurociencia.

La práctica de mindfulness y compasión nos da la oportunidad de observar la actividad de la mente, el estado emocional y nuestra conducta en las situaciones cotidianas. Es una capacidad que tiene el ser humano para poder experimentar el momento, con una observación intencionada y amable. Este aprendizaje nos ayuda a ser más conscientes y a mejorar nuestra vida.